-Albaaaaa, ¿estás en casa?-
oigo los gritos de mi hermana desde mi habitación.
-Síííí, estoy arriba-
contesto también a voces.
Oigo como sube las escaleras
corriendo. Yo estoy tumbada en la cama leyendo el último libro que he
adquirido.
Irrumpe en mi habitación golpeando
la puerta con un estruendo, de modo que los bolsos que están colgados en el
perchero de detrás de ésta rebotan contra la pared. Mi cama está situada frente
a la puerta, así que la veo venir corriendo hacia mí.
-Oye, ten cuidado –le digo
poniendo mala cara- No hace falta que me destroces la habitación.
-Perdona, es que tengo algo
que contarte- contesta ella emocionada mientras se deja caer a los pies de mi
cama haciendo que ésta cruja.
Cuando terminamos la
Universidad, mi hermana melliza Sara y
yo nos vinimos a vivir juntas a Londres. Nuestros padres nos apoyaron desde el
principio, aunque se quedaran un poco solos, ya que utilizamos la tan utilizada
excusa de venir a consolidar nuestro inglés. Ellos siempre habían querido que
fuéramos independientes y cosmopolitas, así que desde bien pequeñas nos habían
mandado de intercambio a otros países. Por supuesto que también nos habían
apuntado a costosas academias de idiomas, pero entendían que para conocer una
lengua a la perfección era necesario sumergirse en la cultura de ese país y
vivir el día a día. Así que aquí estamos mi hermana y yo, año y medio después,
compartiendo una casita en Notting Hill. No es una gran mansión, sino que es
más bien la típica casa inglesa de dos plantas, con su patio delantero y jardincito
trasero. Pero para nosotras dos es más que suficiente. Cuando la compramos
estaba mucho más vieja, ya que pertenecía a una pareja de ancianos que se iban
a vivir la jubilación a Newquay, así que la reformamos para dejarla a nuestro
gusto. Ahora está decorada de modo minimalista acogedor, todo en tonos tierra
con algún toque de color. En la planta de abajo hay un gran recibidor presidido
por unas escaleras que suben al piso de arriba. En el lado izquierdo tenemos la
cocina de estilo rústico en tonos arena, con una enorme isla con taburetes que
utilizamos de mesa, y un aseo. El salón queda al otro lado de la casa y está
separado del comedor por una pared con un gran arco. Consta de un mullido sofá
de color beige con cojines en marrón y verde vivo mirando hacia la pared donde
se encuentra colgada una gran tele de plasma. Al lado de éste, situada hacia la
ventana que da al patio delantero, está mi butaca reclinable preferida, donde
habitualmente me siento a leer o dormitar. La última habitación del piso de
abajo, toda ella pintada de blanco, es mi estudio. Ésta da hacia la parte trasera
de la casa, que es la más luminosa, y tiene una salida directa al jardín con
unas preciosas puertas francesas en color blanco, de modo que puedo pintar allí
dentro o trasladarme afuera en busca de creatividad. Cuando el sol se
digna a salir, mi hermana y yo
aprovechamos para comer fuera, en una mesita de jardín muy mona que encontramos
en un anticuario. En el piso de arriba decidimos hacer dos grandes habitaciones
con baño integrado y vestidor. La habitación de Sara es en tonos morados y
malvas, con mucho colorido, mientras que la mía es en tono vainilla,
exceptuando la pared de mi cama que tiene un papel en franjas en varios tonos
tierra. Ya que en mi trabajo estoy rodeada de colores, necesito un espacio
cálido y neutro para evadirme un poco del mundo exterior y así poder relajarme.
Pongo los ojos en blanco, mientras
pienso en el posible agujero que le haya hecho a la pared. Sara siempre tiene algo alucinante que
contarte.
-A ver, dime, ¿qué es eso tan
importante?- pregunto mientras me incorporo para quedar sentada con la espalda
pegada al cabecero de hierro forjado pintado de blanco de la cama.
-Verás, estaba en el
Sainsbury este de la esquina comprando cosas para la fiesta de mañana, cuando
me di la vuelta sin mirar, ya sabes cómo soy,- pone los ojos en blanco y hace
un gesto con la mano- dándome de bruces con un tío guapísimo. –vaya novedad,
para Sara todos los tíos son guapísimos- La cosa es que al principio no caí en
quien era. Me sonaba su cara y todo eso, pero pensé que era un vecino o algo
así.- se encoge de hombros- pero no tía, no te puedes imaginar quien era.
-A ver, ¿quién era?- pregunto
yo sin demasiadas ganas. Siempre tiene esa manía de tardar dos horas en
contarte una historia, intentando dejarte con la intriga, para que luego sea
una tontería.
Ella sonríe de oreja a oreja,
se sienta frente a mí y me coge por los brazos. Oh oh, esto tiene muy mala pinta.
-¡Era James Parker, tía! El
modelo éste que hace campañas para Calvin Klein.- tiene los ojos abiertos como
platos y cada vez me clava más los dedos en los brazos.
Me estoy empezando a agobiar
un poco ya que ella se ha ido aproximando más y más cerca a mi cara, con esa
sonrisa de idiota.
-¿James Parker?- ¿quién coño
será ese?- No sé quién es, Sara.
Ella me suelta rápidamente,
como espantada porque yo no sepa quién es el tal James Parker.
-Joder, Alba… ¿me lo dices en
serio? –pone cara de frustración y gruñe ligeramente- Sus fotos están por todo
Londres –se baja de mi cama y echa a correr fuera de mi habitación. La oigo
trastear por la casa y al minuto vuelve con una revista en la mano- Este, tía.
–me pasa una revista y señala a un chico en calzoncillos.
Joder con el James, está muy
bueno. Observo la foto con detenimiento. El chico está en una postura
sugerente, apoyado contra la pared con los brazos flexionados hacia arriba. Sin
camiseta, por supuesto, y con unos calzoncillos blancos bien ajustaditos que ponen
Calvin Klein en el ribete. Es una foto en blanco y negro, pero se pueden
apreciar bien sus rasgos. Abdominales bien marcados, con esos oblicuos en la
cadera tan sexis, piernas musculosas… Parece que tiene el pelo castaño un poco
alborotado y mira hacia la cámara con actitud sensual y desafiante.
-Ah, pues sí que es guapo el
chaval- la miro y ella está de pie junto a mi cama con los brazos en jarras.
-¿¡Qué es guapo!?- me grita-
Es un puto Dios, Alba.- me quita la revista del golpe y se pone a mirar la
foto. ¡Solo le falta babear, por dios!
Me encojo de hombros,
quitándole importancia. Se me ha olvidado decir que mi padre es constructor y
mi madre es dentista, es decir, mi familia tiene dinero. Vivimos en una de las
zonas más lujosas de Londres gracias a que ellos nos están ayudando a pagar la
casa. Pero, aunque la nuestra no sea una gran mansión, sí que está rodeada de
ellas y ahí viven muchos famosos. Así que no entiendo a qué tanto revuelo
cuando estamos más que acostumbradas a cruzarnos con celebridades londinenses,
que por regla general son bastante atractivos.
-Bueno, a ver, y ¿te ha dicho
algo? ¿Ha pasado algo interesante? –me estoy empezando a impacientar- No sé,
para que te pongas así algo ha tenido que ocurrir- dejo el libro en la mesita
de noche y me levanto de la cama. Me dirijo a la puerta y ella me sigue.
-Pues sí, lista. Aunque con
tanto entusiasmo por tu parte no sé si me apetece contártelo –dice ella
indignada.
Suspiro, y me doy la vuelta,
de modo que, como me sigue de cerca, casi nos chocamos. Nos entra la risa floja
mientras evitamos caernos al suelo agarrándonos la una a la otra. Como siempre,
termino por ablandarme y le sigo un poco el rollo para que me cuente qué es lo
que ha pasado.
-Vaaaale, lo siento. Venga,
cuéntame. –la animo cogiéndola del brazo y la dirijo hacia las escaleras. Bajo
delante de ella y camino hacia el salón. Me siento en mi butaca favorita con
las piernas flexionadas abrazándolas con los brazos para evitar que se caigan
al suelo y apoyo la barbilla en las rodillas.
Ella vuelve a recuperar el
entusiasmo y sonríe como una loca mientras habla.
-Pues verás. Resulta que el
tío además de guapísimo, altísimo y todas esas cosas que ya sabemos, ha sido
súper majo. Yo iba con varias cosas entre los brazos y al chocar se me cayó
todo al suelo –hace un gesto con los brazos como representando la escena- y él,
muy servicialmente, se agachó a recogerlo. Luego me dijo que lo sentía, y yo,
por supuesto, le dije que no pasaba nada, que había sido culpa mía. –volvemos a
enrollarnos. Suspiro…- Luego cada uno ha seguido por su camino, no sin antes
dedicarme una sonrisa de esas que te dejan sin aliento. –me parece que esto se
va a alargar- Después estaba yo mirando los estantes de salsas, pensando más en
él que en la salsa césar, para que nos vamos a engañar, cuando me giré y ahí
estaba otra vez.
Vaya rollo me está dando ésta…
¿me va a contar toda la compra estante por estante? Intento mantener la
paciencia, pero veo que la cosa va para largo, así que la atajo de la manera
más sutil que puedo.
-A ver, Sara, cuéntame ya lo
que me quieres contar.
Ella finge indignación y
resopla, pero empieza a sonreír de nuevo.
-¡Pues que nos ha invitado a
una fiesta en su casa el sábado! –ella da palmitas de alegría y sonríe de oreja
a oreja. Se la ve emocionadísima. Yo no tanto.
-El sábado tengo que
trabajar, Sara. –se lo digo tranquilamente. Ella me mira poniendo pucheros.
-Pero solo trabajas hasta las
siete. Luego vienes a casa, te cambias y eso, y vamos para allá.
Vaya, sí que le gusta el
chaval. No me apetece nada ir a una fiesta llena de gente famosa, pero se la ve
tan ilusionada…
-No sé, Sara… -me pone ojitos
de perro abandonado, y sabe que a eso no le sé decir que no- Está bien… -
acepto suspirando- pero no volveremos muy tarde, ¿de acuerdo?
Se levanta del sofá y viene
corriendo a la butaca para darme un abrazo.
-Gracias –beso- Gracias-
beso- Gracias.
Ya está. Ahora estará
contenta hasta el sábado. Cuando consigo que me suelte le pregunto:
-¿Y cuál es el motivo de la
fiesta?
-Es una fiesta de inauguración.-
dice mientras vuelve al sofá y se sienta- Se acaba de mudar hace una semana a
su nueva casa en Kensington y va a invitar a un montón de gente famosa.
Tendremos que salir a comprar algo de ropa para ir bien monas.- dice ella
sonriendo pícaramente mientras levanta las cejas varias veces.
Bien, eso me gusta más.
Comprar en Londres es una gozada. Hay un montón de tiendas de todo tipo, para
todos los estilos, y eso me encanta.
Aunque tenemos un estilo
distinto, a Sara y a mí nos encanta ir los sábados cuando no trabajamos a pasar
el día de tiendas. A veces vamos a Camden, otras veces vamos a Oxford street,
otras a Harrods… todo depende del día y del estado de ánimo. Sara tiene un
estilo un poco hippie combinado con chick, con faldas largas o pantalones
anchos, mientras que yo soy más de pantalones ajustados y camisas o vestidos.
Pero aún así solemos compartir la ropa, ya que nuestro estilismo varía en
función del humor que tengamos ese día.
Físicamente somos bastante
parecidas, las dos relativamente altas y delgadas, aunque con curvas, ya que
nuestra abuela paterna nos dejó el legado de un buen par de tetas y culo, a
diferencia de mi madre que es más bien menuda y estilizada. Yo tengo el pelo
castaño claro hasta media espalda, mientras que Sara lo tiene más corto, y con
mechas rubias. Algo que sí heredamos de nuestra madre son los ojos azules, que
las dos tenemos del mismo tono aguamarina. Pero en cuanto a personalidad, somos
totalmente opuestas. Sara es alocada, infantil y con miedo al compromiso, mientras
que yo soy más tranquila, responsable y romanticona. Aunque es cierto que
juntas creamos una combinación perfecta: ella me anima cuando tiene que hacerlo
y yo le pongo los pies en el suelo cuando es necesario.
Siempre nos hemos llevado muy
bien, y tenemos ese vínculo que tienen los gemelos y mellizos que hace que
seamos inseparables. Hacemos casi todo juntas, tenemos los mismos amigos y los
mismos hobbies. Lo único que hicimos separadas fue la carrera, ya que ella
estudió arte dramático y yo estudié bellas artes.
En parte, la decisión de
venirnos a vivir a Londres estaba influenciada porque Sara quería comenzar su
carrera de actriz, y yo encontré trabajo en una escuela de arte. No es el
trabajo de mi vida, pero me parecía una buena manera de empezar en el mundo
laboral y, quizás, hacer algunas amistades influyentes. El problema es que
algunos sábados por la tarde se imparten cursos de pintura para la gente que
trabaja por lo que, de vez en cuando, me toca quedarme hasta tarde en la
escuela.
Tras la conversación sobre
James Parker, nos decidimos a hacer la cena. Somos bastante buenas cocineras y
al final entre las dos nos acabamos montando un festín.
Mientras comemos le pregunto
qué tal le ha ido la prueba que ha hecho y ella hace un mohín. Es muy buena
actriz, y además es muy guapa, la melliza guapa diría yo, pero todavía no ha
tenido mucha suerte en el mundillo y solo ha hecho algunos anuncios para
televisión.
-Pues la verdad, no lo sé…
-suspira- El director ha sido muy amable, y me ha dicho que lo he hecho muy
bien, pero eso es lo que te dicen todos. –se encoge de hombros- Es un papel
para la prota de una peli independiente, que además también es española… Se
supone que la chica tiene acento y eso, pero yo me he acostumbrado tanto a camuflarlo
que se me hace muy difícil hablar con él. –sonríe tristemente- Me sentía muy
paleta, Alba.
Le sonrío con ternura. Ay, mi hermanita loca.
Cuánto la quiero y qué pena me da verla tristona.
-Seguro que lo has hecho
genial, no te preocupes. –alargo la mano sobre la isla para coger la suya y le
doy un apretón- Ahora no pienses en ello. Espera a que te llamen o te digan
algo.
Ella suspira de nuevo y sigue
comiendo. Intento cambiar de tema para animarla. Quizás no tendría que haber
preguntado sobre el tema, ya que estaba tan animada antes con lo de la fiesta…
-Bueno, ¿y mañana a qué hora
vendrán estos? –ella me sonríe, y sé que se ha dado cuenta de mi intento por
cambiar de tema.
-Me llamó Patrick cuando salí
de la prueba diciendo que llegarían sobre las ocho, pero que me llamará antes
para avisar. –ahora su sonrisa es más alegre- Mañana iré a comprar lo que nos
falta para la tarta.
Mañana es el cumpleaños de
nuestra amiga Amy, que cumple 25, y le vamos a organizar una fiesta sorpresa en
nuestra casa. No va a ser una gran fiesta ni mucho menos, solo una reunión con
los amigos que hemos ido haciendo desde que llegamos a Londres.
-Genial, ¿va a venir Charlie
a ayudarnos a prepararlo todo?- Charlotte es nuestra vecina de al lado, que
vive con su novio Will.
-Al final no me quedó claro
si venían ella y Rachael o no.- dice mientras coge nuestros platos vacíos y se
levanta. Yo la ayudo a recoger el resto de la cena y a guardar todo en el
lavavajillas.
-Vale, pues llámalas ahora
antes de que se haga muy tarde. Yo mañana saldré del trabajo a las tres, así
que en cuanto pueda vengo para casa a ayudar.
Ella asiente sonriente, coge
su móvil y se dirige a telefonearlas.
Subo a mi habitación y
enciendo el ordenador. En cuanto se abre el escritorio empieza a sonar la maldita
melodía de la llamada entrante de Skype. Es mi madre. Le respondo
inmediatamente.
-Hola mamiii, casi no me has
dado tiempo a encender el ordenador –le
digo yo con una sonrisa. Al cabo de unos instantes aparece la cara de mi madre
en la pantalla.
-Hola hija, es que estaba
mirando cosas por internet y me ha salido el cartelito este abajo en la
pantalla de que te acababas de conectar, y como hace días que no te veía la
cara, he aprovechado. ¿Qué tal te va el trabajo?
-Bien mamá, el trabajo me va
bien. Estamos bien las dos. Sara está hablando ahora con Charlotte para la
fiesta de mañana de Amy.
-Ah, estupendo. Ya sabes, no
bebáis mucho y portaos bien. Papá y yo estamos bien también. Aburridos el uno
del otro sin vosotras, ya sabes. He hablado antes con tus abuelos y me mandan
muchos recuerdos para vosotras y que a ver cuando venís para hacernos una
visita, que desde navidades no os veo, hija.
Estamos en marzo, y la última
vez que fuimos a España fue en navidades.
-Ya lo sé, mami, pero es que
con el trabajo no puedo ir cuando me dé la gana, y Sara está haciendo un montón
de pruebas también, así que no sé cuándo vamos a poder ir.
-Bueno hija, ya lo sé… lo que
pasa es que aquí os echamos mucho de menos. Quizás convenza a tu padre para ir
un fin de semana a haceros una visita exprés.
Seguimos charlando un rato
más, y cuando Sara termina de hablar por teléfono se une a la
conversación. Después de media hora
poniéndonos un poco al día nos despedimos.
-Bueno hijas, cuidaos por
favor. Abrigaos bien que en Londres hace mucho frío todavía.
-Sí, mamiiii –contestamos las
dos a la vez.
Ella sonríe con cariño y nos
tira un beso desde la pantalla.
-Os quiero.
-Y nosotraaaas. –respondemos
a coro.
Cuando finalizamos la llamada
nos entra un ataque de risa, ya que hacíamos lo mismo cuando éramos pequeñas.
-¿Vas a ver la tele o algo?-
me pregunta Sara mientras se levanta en dirección a la puerta.
-Creo que voy a seguir con el
libro que estaba leyendo cuando llegaste hecha una loca con lo del guaperas
este.
Ella se ríe, me da un abrazo
y sale de mi habitación tras desearme buenas noches.
Yo me pongo el pijama y me
tumbo en la cama para seguir leyendo el libro. Es una historia de amor preciosa
entre una chica y un chico que son amigos. Todos, menos ella, sabemos que él
está enamoradísimo de ella y, aunque ella también lo está de él, piensa que
nunca tendrá ninguna oportunidad y anda tonteando con otros chicos.
Me recuerda tanto a mi
historia con Javi… Suspiro y como soy masoquista me entretengo leyendo hasta
las dos de la mañana. Cuando mis párpados ya no son capaces de mantenerse
abiertos, me levanto rápidamente para ir al baño y me lavo los dientes.
Vuelvo a la cama y me
acurruco entre las sábanas. Mmm, que a gustito. Tras varios minutos caigo
rendida y me duermo.
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