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domingo, 14 de diciembre de 2014

Capítulo 4

Suena el despertador a las 9 de la mañana. Otra vez a trabajar. Tendré que quedar con Sara en el descanso de la comida para comprar un vestido para esta noche. Me levanto de mal humor. La última vez que miré el reloj anoche eran las tres de la mañana y estoy rendida. Voy al baño a ducharme, pero no me lavo el pelo. Ya me lo lavaré por la noche para ir a la fiesta y, además, ahora no estoy de humor. Me seco rápidamente y me pongo unos pantalones color ciruela con un jersey de cachemira en color azul oscuro. Me pongo mis Ugg azul oscuro, del mismo tono que el jersey. Voy al baño y consigo hacerme un moño decente, aunque he usado la mitad de las horquillas que tenemos. Algunas se me clavan  en la cabeza, y solo hace que me enfade aún más. Me maquillo las horribles ojeras que me han salido, que parece que le han cogido cariño a mi cara, rímel, colorete, y hale, a correr.

Bajo a la cocina a desayunar y ahí está Sara, como siempre. No sé por qué madruga tanto si no tiene nada que hacer. Le he preguntado mil veces que por qué lo hace pero ella dice que siempre se despierta sola a las ocho. Pues que suerte, chica. A mí me cuesta horrores levantarme. Está ojeando algo en su ipad. Cuando siente mi presencia, levanta la vista y me sonríe.

-Buenos díaaas- ¿Cómo consigue estar siempre de buen humor? ¿Se chutará endorfinas?- tienes un poco de mezcla de tortitas que sobró de ayer, si te apetece. Te las hago yo para que no te manches.

-Gracias, Sari- digo yo sirviéndome un café. Le echo un poco de leche y una pastillita de sacarina y le doy un buen trago. Mmm, que rico. Por fin algo reconfortante.

Me siento en el taburete de la isla mientras ella me hace unas crepes.

-¿Pasas a buscarme por el trabajo hacia las 12 para ir a comprar los vestidos?- le pregunto yo mientras miro lo que estaba ojeando en el ipad.

Son fotos de Derek. La tía ha estado buscando información sobre él en internet. Leo un poco lo que cuentan y veo que tiene varias películas independientes y un par de grandes producciones. Eh, incluso una de ellas la he visto. Miro a mi hermana que me observa con una sonrisa.

-¿Te acuerdas que la vimos cuando estábamos en segundo de carrera?- me dice ella. Le brillan los ojos como a una adolescente, y está tan graciosa con su pijama de cuadros y la pala de madera con la que cocina en la mano…

Me levanto de la banqueta y voy hacia ella. Ay, mi hermana. Cuanto la quiero. Le doy un abrazo de oso y ella suelta una carcajada.

-Vale ya, gruñona- me dice ella con una sonrisa.- Que se me va a quemar tu desayuno- Me siento culpable por enfadarme con ella tanto. Y tiene razón. Soy una gruñona.

Vuelvo a sentarme en la isla y espero impaciente a las tortitas de mi hermana. Digamos que ella tiene un don cocinando cosas dulces. Aunque a mí me sale bien, ella tiene su toque personal que hace que todo sea delicioso.

Me pone delante un plato y empiezo a comer. Ya les ha echado azúcar y están buenísimas.

-Por cierto, sí. A las 12 paso a buscarte. Vamos a esa boutique que hay cerca de la escuela.

-Vale, genial. ¿Luego comemos juntas? –le digo yo entre bocado y bocado.

Ella asiente y se sienta a mi lado.

-Se que estás un poco rallada con lo de James, pero yo te animo a que disfrutes, Alba. El cabrón de Javi te dejó hace más de dos años y tú eres una tía genial que se merece disfrutar de la vida. Eres guapa, lista, divertida, y lo mejor de todo es que no te das cuenta.

Mi hermana tiene una filosofía distinta de la mía. Ella es de “Carpe Diem”. Disfruta el momento. No es que no esté a favor de ello, pero creo que le doy demasiadas vueltas a las cosas para dejarme llevar.

-Tienes razón –digo yo bebiendo el último sorbo de mi café- Es solo que me da miedo colgarme por él y que me vuelva a romper el corazón –la última frase me sale en voz baja.
Ella me mira con una sonrisa tierna y me aprieta el hombro con la mano.

-Ya lo sé, tonti, pero date cuenta que de esa manera no solo te estás perdiendo lo malo, sino también lo bueno. ¿Y qué pasa si de aquí podría salir una bonita relación y tú ni siquiera le das una oportunidad por miedo? Si te rompe el corazón, no te preocupes, que yo le rompo las piernas –dice ella poniendo el brazo en plan forzudo sacando bola.

Me da un ataque de risa, y ella se une. Le doy un abrazo fuerte y me levanto para prepararme para ir a trabajar.

-Te quiero mucho, sister- le digo y le doy un beso sonoro en la mejilla.

-Y yo a ti más- me responde ella sonriendo de oreja a oreja.

Subo las escaleras para ir al baño y lavarme los dientes. Cojo el bolso y bajo al estudio a recoger mis cosas. Sara está tirada en el sofá viendo la tele.

-Te veo a las 12- grito desde la entrada, poniéndome el abrigo.

-Vaaaale, que tengas un buen día- me responde ella.

Salgo de casa y me dirijo al metro. Esto es lo que más me gusta de mi hermana. Es la persona que más me saca de quicio, pero en el fondo es la única capaz de sacarme de mi mal humor. Hablar con ella para mí es como una sesión con el psicólogo y encima gratis. Sé que para ella las relaciones no son importantes, pero es capaz de ponerse en mi lugar y ver la situación desde mi punto de vista. No soy reacia a las relaciones en general, solo estoy totalmente en contra de los hombres que te hacen pensar que eres la mujer de su vida, que sin ti no pueden vivir y de buenas a primeras cambian de parecer. Javi había sido el único chico al que verdaderamente le había entregado mi corazón ciegamente. Confiaba en él más que en nadie, y me lo pagó arrancándome el corazón sin anestesia y pisoteándolo en el suelo. Sé que sueno como una vieja amargada, pero es así como me he sentido durante todo este tiempo. Abandonada, reemplazada, sustituida. ¿Por qué? Por la novedad. Por algo que ni siquiera tiene buen pronóstico. ¿Qué se va a mudar él a Bélgica? O ¿quizás ella se vaya a España? Por favor.

Cuando me quiero dar cuenta, estoy entrando por la puerta de la escuela. Libero todo el lastre en el despacho, me pongo la bata de trabajo y me voy a clase, procurando no seguir dándole muchas vueltas a la cabeza.

******************

A las doce llaman a la puerta de mi despacho y veo a Sara asomando la cabeza por el resquicio. Recojo los papeles que estaba mirando y me pongo el abrigo para salir con ella.
-Vamos- le digo mientras salgo con ella por la puerta.

Caminamos un par de calles abajo hacia una boutique donde venden unos vestidos de fábula. Entramos por la puerta y enseguida nos atiende una dependienta muy mona, con unas pestañas postizas tremendas. Pobres inglesas, todas llevan esa parafernalia en la cara que tiene que resultar tan incómoda. La única vez que me puse pestañas postizas casi me saco un ojo. Además, se me metió pegamento y estuve con conjuntivitis durante una semana.

Sara se prueba un vestido verde esmeralda precioso. Es de gasa, con un forro del mismo tono para que no transparente. Tiene corte de estilo griego, con los tirantes gruesos y el cuello cuadrado. Además, lleva unas tiras beige cruzadas debajo del pecho que le realzan la figura. Le sienta estupendamente, y para complementar el look se compra unos peep toe beige de charol. Encuentra un bolso de mano a juego, y lo complementa con una gargantilla de esmeraldas y ámbares.

Yo encuentro un vestido de raso color champán. Tiene el escote en pico y la espalda descubierta, solo sujeto con unas tiras cruzadas a la altura de los lumbares. Es muy sexy y me siento como una estrella de cine. Encuentro en la misma tienda unas sandalias de tacón con tiras muy finas de color negro con brillantes incrustados. No me compro complementos, porque en casa tengo una gargantilla de diamantes que me regaló mi padre cuando me gradué. Nunca le pregunté cuánto le había costado, pero sé que es cara, muy cara.

Cuando salimos de la tienda, nos hemos dejado casi 2000 libras entre las dos. Madre mía, menos mal que mi padre nos consiente este tipo de gastos y que somos bastante comedidas en el día a día, sin hacer grandes derroches. Vamos a una pizzería que está al lado de la boutique y nos ponemos las botas. A la una y media tengo que volver a la escuela, ya que mi próxima clase es a las dos. Sara se lleva mi vestido y mis sandalias a casa y yo regreso al trabajo.

Cuando llego a mi despacho veo que Paul me está esperando en la puerta. Mierda, me había olvidado del asunto Paul con todo lo de James.

-¿Te lo pasaste bien el jueves, Alba?- noto cierta ironía en su tono, y no me gusta.

Le miro mientras abro la puerta de mi despacho y frunzo el ceño.

-Pues sí, ¿y tú te lo pasaste bien? –le pregunto en el mismo tono.

-A decir verdad, tenía otros planes para esa noche.- entra en mi despacho y se sienta en la silla de frente a la mía. Está enfadado, y yo también.

-No pienso preguntarte cuales eran tus planes, Paul –digo yo mientras miro una carpeta con unos proyectos para mi próxima clase. No le miro intencionadamente. Quiero que sepa que estoy ocupada y que no es bien recibido en este momento.

Además, no me gusta el tono que está teniendo conmigo. Yo nunca le he dado a entender que podemos tener algo y si él ha malinterpretado mi actitud amistosa tendrá que salir de su error por sí mismo. No pienso justificarme por nada de lo que he hecho.

Al ver que no dice nada, levanto la vista para mirarle y veo que me observa con el ceño fruncido. Empiezo a tamborilear los dedos sobre la mesa, en un gesto impaciente. Espero que lo interprete como que se me está agotando la paciencia y que, en este momento y con esa actitud, no es bien recibido. Suelta un gruñido de frustración, se levanta enfadado y da un portazo al salir de mi despacho.

¿Pero qué se ha creído? ¡No tiene ningún derecho a enfadarse! En fin, espero que se le pase. Es la persona con la que mejor me llevo de todos los que trabajamos en la escuela, y no tengo ganas de tener malos rollos en el trabajo.

Me levanto de la mesa y me pongo la bata para las clases. Me espera una tarde movidita.
                                               
                                                                        *******************

A las siete salgo de la escuela en dirección a la parada de metro. Echo a correr porque el próximo pasará en cinco minutos y no quiero perderlo. Consigo llegar a tiempo, pero ya no quedan sitios libres así que me tocará ir de pie hasta que se baje alguien en una parada.

Estoy algo preocupada por la actitud de Paul. Empiezo a repasar una por una todas mis actitudes con él, y creo que nunca le he dado a entender nada más que no sea una amistad. No entiendo qué le pasa. En fin, para que luego digan que las complicadas somos las mujeres.

Por fin llego a casa hacia las siete y media. Sara está en su habitación con la música a todo trapo. Llamo a su puerta, pero no me oye, así que entro, y me la encuentro en bragas y sujetador bailando. Me entra la risa y al oírme se gira y se ríe también.

-Holaaa –me saluda ella, todavía con el cepillo del pelo en la mano como si fuera un micrófono.

Me vuelvo a reír y me doy la vuelta sacudiendo la cabeza para ir a mi habitación y para meterme en el baño. Me doy una ducha con mi jabón de coco preferido y me lavo el pelo con mi champú de fresas. Me pongo una mascarilla de medios a puntas y, mientras hace efecto, me exfolio la cara con mi exfoliante de carbón natural. Me enjuago bien todos los productos y me seco con cuidado. Me echo bien de crema hidratante en el cuerpo y en la cara. Además, me aplico contorno de ojos y bálsamo labial. Estos rituales solo los hacemos cuando vamos a una fiesta especial. Cuando entro en el vestidor, veo el vestido champán colgado de una percha y los zapatos a sus pies. ¡Qué bonito es! No puedo llevar sujetador con él así que me pongo unos parches de silicona que hacen de sujetador, para que no se marquen los pezones. Tiene un escote muy bajo en la espalda por lo que me tengo que poner un tanga bien pequeño para que no se me vean las tiras. Me pongo mi bata y las zapatillas y voy al baño a secarme el pelo. Me lo voy a alisar bien y voy a hacer un recogido flojo. Un moño en forma de nudo con algunos mechones sueltos por la cara. Cuando consigo que tenga el aspecto que espero, me toca maquillarme. Primero me aplico una prebase de sombras en los párpados para que me aguanten bien toda la noche. Voy a hacerme un ahumado ligero en tonos grises. A continuación, me aplico un corrector de larga duración en la zona de las ojeras, base de maquillaje en la cara y polvos para sellarlo todo. Me contorneo la cara con un color terracota y me echo un poco de colorete en un tono burdeos. Finalizo el maquillaje con un par de capas de máscara y un poco de brillo de labios transparente. Me miro en el espejo, y me veo muy guapa. Un poco rara, ya que no estoy acostumbrada a maquillarme tanto pero, definitivamente, guapa.

Voy a la habitación para ponerme el vestido. Se desliza por mi piel como un guante. La tela es muy suave y fresca. Como todavía hace frío, me pondré un abriguito de pelo de color blanco roto monísimo. Busco en mi joyero el colgante de diamantes y me lo ato. En las orejas me pongo unos pequeños brillantes, ya que no quiero que la gargantilla pierda protagonismo. Me echo mi colonia favorita, cojo una bombonera de color negro donde me entra el móvil, el brillo y unos clínex a duras penas. Espero que a Sara le entren las llaves de casa en el suyo. Me calzo las sandalias y estoy lista. Repaso mi aspecto en el espejo de mi habitación y… Uau, irreconocible.

Voy al encuentro de mi hermana a su habitación. Está calzándose. Madre mía, está preciosa. Se ha hecho un recogido con varias trenzas, muy estilo griego, que va perfecto con el vestido. Levanta la vista cuando me siente y sus ojos se abren como platos.

-Vaya –dice en un susurro- estás espectacular- sus ojos siguen abiertos de par en par.

Me entra una risita nerviosa y hago un gesto con la mano, para quitarle importancia.

-A mi no me entran las llaves en el bolso, ¿te entran a ti? –le pregunto para cambiar de tema.

-Sí, creo que sí. Déjame ver.- Coge las llaves de su bolso y comprueba que le entre todo en el bolsito de mano –sí mira, perfecto- dice cuando consigue cerrarlo a presión.

Coge un chal beige que se pone sobre los hombros y ambas bajamos al piso de abajo.

Salimos a la calle y, joder, ¡qué frio! Nos da un escalofrío a ambas, y nos dirigimos con paso ligero hacia la casa de James, que está unas calles más allá de la nuestra.

En cuanto nos acercamos, ya vemos las luces de una gran mansión, todos los alrededores llenos de coches y algún que otro fotógrafo. Hay un tipo de seguridad en la puerta que nos pregunta los nombres, y Sara amablemente le responde. Él mira en su lista y nos da el visto bueno.
Suspiro aliviada. Estas cosas siempre me ponen nerviosa. Incluso sabiendo que mi nombre está en esa lista siempre pienso que ha podido haber un error, o que se han olvidado de mí.

Entramos en la casa y nos encontramos con un recibidor enorme, presidido por unas escaleras muy modernas de hierro forjado en color oscuro. Aunque la casa por fuera es bastante clásica, por dentro está hecha con parquet oscuro y paredes de ladrillo combinado con yeso en tonos cálidos. Está muy moderna decorada, estilo loft de chico soltero. Minimalista pero acogedor.

Estoy observando la casa, cuando siento que alguien se acerca a nosotras. Es Derek que viene con dos copas de champán.

-Chicas, estáis impresionantes. -Él lleva un traje oscuro con corbata oscura también y camisa blanca. Está muy guapo. Nos da una copa de champán a cada una, y se ofrece a guardarnos los abrigos. Cuando se los damos, desaparece detrás de la escalera con ellos, hacia un pasillo que deduzco llevará a una habitación. Sara y yo nos miramos y parecemos dos paletas, ahí paradas en medio de la entrada con una copa de champán observando todo embelesadas. De pronto, siento que alguien me coge de la cintura y me da la vuelta. ¡James! No creo que sea legal estar tan guapo. Lleva un traje negro y pajarita, igual que en la foto que me enseñó Sara hace unos días. Lleva el pelo, que necesita un corte, repeinado ligeramente hacia atrás, de manera que parece una estrella de cine. Él me mira de arriba abajo con una sonrisa. Yo me doy tímidamente la vuelta, para que vea la espalda de mi vestido y cuando vuelvo a mirar hacia él tiene las pupilas dilatadas. Mmm, le gusta lo que ve. Me doy una palmadita mental en la espalda y sonrío de oreja a oreja. Él se acerca lentamente y me da un breve beso en los labios.

-No respondiste a mi mensaje de ayer –dice en un susurro. ¡Mierda! Con todo el lío que tenía me olvidé de responderle.

-Es que me quedé frita en cuanto llegue –miento sobre la marcha- y esta mañana he tenido que irme pitando al trabajo, que llegaba tarde… luego cuando he salido de trabajar, ya te iba a ver enseguida, así que decidí hacerme un poquito de rogar.

Él finge estar ofendido, poniéndose la mano en el pecho. Hace un gesto de dolor y yo me río de su reacción.

-Que sepas que eres la única mujer en el mundo que no me ha respondido a un mensaje –dice él en un tono sensual.

De repente, soy consciente de que les ha mandado mensajes a otras y me pongo celosa. Frunzo el ceño y le contesto en un tono un poco impertinente.

-Bueno, alguna tenía que ser la primera –levanta las cejas ante mi tono de enfado y él también frunce el ceño.

-Eh, no te enfades –me dice agarrándome suavemente de los brazos- solo era una broma.

Mi pobre hermana Sara está presenciando todo este follón, o eso creo yo, porque cuando me doy la vuelta la encuentro charlando animadamente con Derek. Sé que está tonteando con él, por la manera que tiene de apoyar su mano en el brazo de éste, o por cómo se inclina hacia atrás para reírse. ¡Sarita, que se te ve el plumero! Observo divertida a mi hermana, hasta que soy consciente de que James sigue plantado a mi lado, mirándome en silencio. Como ya han pasado unos minutos, mi enfado se ha disuelto y ya puedo ser una persona normal. 

Me giro hacia él que me observa con gesto preocupado y le sonrío. Sí, hijo, sí, tengo un pronto un poco fuerte, pero se me pasa enseguida. El pobre debe de pensar que estoy como una cabra. Al ver que mi actitud vuelve a ser amistosa,  me sonríe de vuelta y me coge por la cintura.

-Ven, te voy a enseñar la casa.

Me lleva de la cintura hacia una estancia a la derecha. Es el salón principal, donde hay al menos 40 personas dispersas bebiendo champán y charlando en grupos. Reconozco algunas caras famosas de las revistas que Sara lee. Se oye música de fondo, Jazz o algo parecido. Veo que en las paredes hay montones de cuadros modernos y reconozco uno inmediatamente.

-¿De dónde lo has sacado?- le pregunto con los ojos como platos. Es uno de los primeros cuadros que vendí cuando llegué a Londres. Es bastante abstracto y representa la fecundación. Sí, ya sé que es un tema un poco raro, pero cuando lo pinté estaba en una época un poco difícil.

-Lo compré hace más o menos dos años en una exposición -dice mirándome de reojo.

Al poco de entrar a trabajar en la escuela, nos propusieron montar una exposición a todos los miembros en una galería de arte muy famosa de Londres. Yo, de aquellas, solo había pintado tres cuadros y los vendí los tres. Recibí 40.000 libras por todos ellos, lo cual nos vino estupendamente. Así que uno de los compradores había sido James, qué curioso.

Le miro y está observando mi reacción. La verdad, no sé como tomármelo. Ese cuadro me recuerda a una época un poco turbia, en la que estaba terriblemente deprimida por mi ruptura con Javi y todos los cuadros que pinté eran bastante crudos. Nada de sutilezas. Además, la gama de colores se basaba en los tonos fríos, como los grises, negros y azules.
 
-No ha sido del todo casualidad que nos conozcamos, ¿sabes? –dice él en un susurro. Parpadeo rápidamente en su dirección y veo que él evita mis ojos.- El día que compré el cuadro, tú estabas en la galería. Estabas tan guapa, con aquel vestido negro… pero se te veía tan triste. He estado siguiéndote la pista desde entonces. –continua. Su voz cada vez  más baja- Creo que me enamoré de ti en ese momento. Tengo más cuadros tuyos por la casa.

Madre mía, y ¿cómo me tomo yo esto? ¿Es un loco psicópata obsesionado conmigo?

Le miro con los ojos como platos. Él me mira con aire arrepentido. Está esperando a que reaccione de alguna manera. Lo único que soy capaz de hacer es beberme de un trago la copa de champán que llevo en la mano y coger otra cuando un camarero pasa a mi lado. Le doy un buen trago a mi segunda copa y sigo meditando lo que me acaba de decir.

-Dime algo- dice él impaciente.-por favor- la última frase es una súplica.

-¿Estás obsesionado conmigo o simplemente te gustan mis cuadros? –pregunto  cuando soy capaz de encontrar las palabras.

-Tus cuadros me encantan, pero tú me encantas también. –dice él encogiéndose de hombros ligeramente- Cuando me encontré con tu hermana en el supermercado, de hecho, pensé que eras tú. Por eso la invité a la fiesta. Cuando me dijo su nombre, me sorprendió pero pensé que quizás tenía dos y uno lo utilizaba para el trabajo y el otro para el día a día. Lo curioso sucedió cuando me choque contigo por la calle al día siguiente. Sentí lo que había sentido en la galería aquel día. No sé si tú también lo sientes, Alba, pero cuando estoy cerca de ti es como si me cruzara una descarga eléctrica. Me siento terriblemente atraído por ti, y ahora que te tengo tan cerca no creo que pueda alejarme.

Menuda declaración. Me ha dejado de piedra. Joder, así que ¿todo estaba medio preparado? Quería que viera su casa nueva para que me encontrara con mis cuadros y así poder soltarme este bombazo. Sin suavizarlo ni nada, hale, de sopetón. Ahora entiendo la mirada de Derek en la puerta del centro comercial.

Me quedo en silencio durante unos segundos. Me bebo lo que me queda de champán y le miro. Él está nervioso, lo sé. Está esperando a que diga algo y yo me he quedado totalmente sin palabras. Como no se me ocurre nada inteligente que responder me acerco a él y le planto un beso en los labios. Él se queda quieto al principio, no se esperaba esta reacción. Seguramente esperaba que echara a correr despavorida, y quizás es lo que tendría que hacer, pero, vamos a ver ¿Cuándo un tío guapo, amable y encantador te va a decir que lleva dos años pillado por ti? Pues nunca, o bueno, seguro que ésta es la única vez. Al cabo de un par de segundos reacciona, y me abraza con un brazo por la cintura, acercándome a él. Su otra mano me acaricia la cara con ternura mientras me besa más apasionadamente. Atrapa mi labio inferior entre los dientes y se me escapa un gemido. Él sonríe contra mis labios, y apoya su frente contra la mía, con los ojos aún cerrados.

-Vaya, esto sí que no lo esperaba- dice él sonriendo todavía.

Cuando abre los ojos veo que le brillan ¿de felicidad? Espero que sea eso y no por las burbujas del champán. Me suelta ligeramente y me pone una mano la espalda.

-Vale, ahora ya te puedo enseñar el resto de la casa.

Me va mostrando habitación tras habitación y en todas ellas hay, al menos, un cuadro mío. Toda la casa está decorada del mismo estilo. Mezclando paredes de ladrillo con hormigón, parquet oscuro en todo el suelo. La casa consta de cocina, salón principal con comedor, 5 dormitorios, 6 cuartos de baño, un estudio, una sala de televisión, gimnasio con sauna y piscina climatizada. Madre mía, y yo que estaba orgullosa de mi casita. No sé para qué quiere una casa tan grande viviendo él solo. Se lo preguntaré más adelante.

 Cuando volvemos al salón principal, veo a Sara y Derek charlando con dos hombres. Ella ha tomado su postura profesional, así que sospecho que tienen algo que ver con el cine.

-Son Tom Lucas y Oliver Moore- me dice James al ver que los miro. Sus nombres me suenan de oír a mi hermana hablar de ellos, así que deben ser grandes directores.

Cuando pasa un camarero cogemos otras dos copas de champán y siento que me está empezando a hacer efecto el alcohol. Veo al fondo del salón una mesa con comida y le propongo que nos acerquemos a comer algo, ya que no quiero emborracharme otra vez. Hay caviar, rollos de salmón ahumado, bandejas con sushi y canapés variados. Como un poco de todo, para  llenar el estómago y veo que él me observa sonriendo.

-¿Qué?- le pregunto, cuando trago el último canapé.

-Nada –sonríe más ampliamente –me gusta que comas. Estoy acostumbrado a ver a modelos esqueléticas muertas de hambre –añade encogiéndose de hombros.

Sonrío tímidamente. Oh sí, no te preocupes, que de comer nunca me olvido.

Nos acercamos donde están mi hermana y Derek y me presenta a ambos directores de cine. Resulta que he visto un montón de sus películas, que son todas grandes producciones hechas en Estados Unidos.

Charlamos con varias personas más, y James me presenta a cada una de ellas. Al final de la noche he conocido a varios actores famosos, cantantes, modelos, compositores, directores… en fin, la “crème de la crème”.

Me siento un poco aturdida por todo lo que ha pasado, así que cuando son las dos de la mañana le propongo a Sara que nos marchemos. Ella me hace pucheros, pero luego se acuerda de que me prometió que nos marcharíamos pronto y cede.

Nos despedimos de Derek, yo con un breve abrazo y ella con un beso en la mejilla. James nos acompaña a la puerta y nos trae los abrigos.

-Déjame que os acompañe a casa- dice él poniéndose su propio abrigo.

-No te preocupes- digo mirándole- No hace falta que desatiendas a tus invitados por acompañarnos. Vivimos al final de la calle- añado con una sonrisa.

-Lo sé, pero quiero hacerlo. Además- continúa él- no me echaran de menos por unos minutos.

Salimos al frío de la calle y yo me arropo en mi abriguito de pelo. Es tan suave... caminamos los tres en dirección a nuestra casa. Sara comenta emocionada sobre todos los directores de cine que ha conocido hoy, y nos cuenta que dos de ellos le han propuesto hacer las pruebas para sus próximas películas. Me alegro mucho por ella, así que le sonrío con cariño mientras parlotea.

Cuando llegamos a la puerta de casa, ella le da un breve abrazo a James y entra, dejándonos despedirnos solos.

-Hoy estabas espectacular- dice él metiéndome un mechón de pelo detrás de la oreja. Me mira con los ojos brillantes, y solo deseo que esto funcione. Espero que las cosas salgan bien entre nosotros y podamos intentar algo juntos.

-Gracias, tú también –digo yo sonriéndole tímidamente.

-Me alegro mucho de que no hayas salido corriendo. Estaba un poco acojonado esperando tu reacción –dice él cogiéndome las manos. Entrelazamos los dedos y nuestros brazos se balancean ligeramente de un lado para otro.

-Sí, ha sido una sorpresa para mí también –comento divertida.

Él se ríe, pero de repente vuelve a haber esa tensión entre nosotros. Nos miramos fijamente a los ojos el uno al otro durante varios instantes. Después, él se aproxima lentamente hacia mí, desviando la mirada a mis labios y me besa. Yo le agarro por los brazos y él me coge de la cintura con ambas manos, pegándome a su cuerpo. Como siempre, el beso comienza lento, pero poco a poco se vuelve más duro. Yo le agarro por el cuello, metiendo los dedos entre los mechones que le rozan la nuca. Después de varios minutos, como siempre, nos separamos jadeando. Seguimos mirándonos a los ojos durante unos segundos más hasta que nuestra respiración se normaliza.

-Igual es demasiado, pero me gustaría volver a verte mañana- dice él- Los dos solos –añade.
Me doy cuenta de que en realidad no hemos tenido una cita los dos para conocernos más profundamente. Asiento con una sonrisa.

-Te invito a cenar en mi casa. Si te parece bien –lo último suena como una pregunta- No quiero que pienses que te quiero llevar a la cama, es que quiero cocinarte algo –añade él explicándose.

Me río ligeramente, porque veo que vuelve a estar nervioso.

-Está bien –le tranquilizo- ¿me paso a las ocho? –pregunto.

-A las ocho es perfecto –me da un beso ligero- Que descanses, preciosa. –me sonríe y se da la vuelta.

Entro en casa y me voy directa para la cama.

Ya le contaré todo a Sara mañana.




4 comentarios:

  1. Ahhh para cuando el 5!!!???
    :):):)

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    Respuestas
    1. Jaja ahora mismo, si quieres seguir leyendo.
      Por cierto, no te fijes demasiado en los fallos (que los hay). Aún no están corregidos del todo... Y cada vez que lo leo encuentro algun error nuevo ><

      Eliminar
    2. Eso supongo que pasa siempre! (Yo es que lo de escribir como que no jaja)
      Pero tranquila que esas cosas las ves tú mucho más que el resto! !
      (L)

      Eliminar

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