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miércoles, 8 de abril de 2015

Codo con codo - Capítulo 1

¡Hola a todos!

Hoy es un día especial, porque hace veinticuatro años que mi madre salía de cuentas para que, después de nueve meses esperando a que naciera, por fin llegara ese día. 

Me apetecía pasar con vosotros una parte de éste día, y como no se me ocurre una manera mejor de hacerlo, he decidido compartir con vosotros otra pequeña parte de mi. 

Quizás a la mayoría de vosotros no os interese, pero desde hace algunos meses le dedico una parte de mi tiempo libre a escribir. Nada pretencioso, ya que mis capacidades para las palabras son bastante limitadas. Pero bueno, son cosas que para mí son muy personales e importantes y no se las muestro a todo el mundo. 

Espero que, si le dedicáis unos minutos a leerlo, os guste. Y no os digo cuánta ilusión me hace que me pidáis que escriba más (aunque ahora mismo os lo estoy contando).

Un beso muy fuerte

(Feliz cumpleaños para mi)


CAPÍTULO 1

-¡Joder! Otra vez voy a llegar tarde –los tacones de mis zapatos golpean las baldosas de mármol de la escalera de mi edificio haciendo ruido. Demasiado ruido para ser las 8.30 de la mañana.- Buenos días, Filomena –saludo a la vieja cotilla que vive en el segundo sin muchas ganas al pasar junto a su puerta.

-Buenos días, Elena. Otro día que vas con retraso – me dice la muy bruja con recochineo.

-Eso parece, sí. – <<Mala pécora>>. A veces pienso tan alto que tengo miedo de que me oiga. La muy asquerosa tuerce el gesto y vuelve a meterse en su casa, con el gato en brazos.

Es una solterona de unos setenta años que vive con tres gatos. Uno gris, uno negro y un siamés. Digamos que los gatos y yo (los animales en general y yo) no somos demasiado amigos. Y menos aún cuando estos, es decir, sus gatos tienen especial gusto por colarse en mi casa por la ventana de la cocina que, para mi desgracia, da hacia el patio. No os cuento qué susto me llevé un día cuando, al llegar de la compra, me encontré con dos ojos brillantes esperándome en el pasillo. Obviamente, casi me da un ataque al corazón. Y no sólo por el susto de encontrarme un maldito gato ajeno en mi casa, sino por la media hora que estuve limpiando de rodillas la docena de huevos que se me cayó al suelo. Así que la señora de marras me tiene un poco de tirria desde que una <yo> sudada y despeinada tras la limpieza apareció en su puerta con su maldito gato. Echando sapos por la boca, por supuesto, ya que el gatito no se había dedicado únicamente a asustarme. No. El tío se había estado meando en cada superficie mullida de mi casa. Véase en mi cama, en mi sofá, en todos mis cojines e incluso en la alfombra de la ducha. Joder. Y claro, viendo que quitar aquel olor a meado iba a llevar más que la media hora de rodillas en el suelo, se me subió la mala hostia. Así que el gato bajó al segundo metido en una bolsa de basura y parece ser que eso a ella no le hizo mucha gracia. Después de estar meses llamándome maltratadora de animales, ahora solamente me jode por las mañanas, recordándome lo tarde que voy. A veces incluso, como hoy, me retiene el ascensor en su piso para hacerme bajar escaleras y así recordarme también los kilitos que me sobran por no hacer ejercicio. Mire, señora, todavía tengo 40 años para evitar llegar a su edad tan mal como usted ¡Amargada!

Todas las mañanas me pasa lo mismo. Soy un desastre, lo reconozco. Admito que me gusta demasiado retrasar la alarma del despertador. << Snourze>>. Maldita opción. Si mi subconsciente no supiera que está ahí, no me dormiría. Estoy segura al 100 %. Pero resulta que llevo demasiados años perfeccionando la técnica de “retrasar la alarma”, así que ya  no hay manera de engañarme. Y mira que lo he intentado todo: poniendo alarmas cada cinco minutos, cambiando la melodía a la misma de mi tono de llamada en el móvil e, incluso, colocando el despertador en la estantería de libros de mi cuarto para hacerme levantar de la cama. Y de todas las formas me he dormido. Y no es que me considere yo un ser demasiado dormilón. No. Lo que ocurre es que me entretengo demasiado sin hacer nada durante las noches, alargando la hora del sueño hasta las 3 de la mañana. Y teniendo en cuenta que me despierto (o, al menos, eso dice mi primera alarma) a las 7:00… Pues claro, es normal que a una se le peguen las sábanas.

Sigo bajando los escalones a toda prisa, aun sabiendo que probablemente medio vecindario se cague en toda mi estirpe. Pero no puedo llegar tarde. Hoy menos que nunca. Cuando llego al portal me doy cuenta de que me he dejado las llaves del coche en la mesita del recibidor. ¡Dios mío! Mi día no puede empeorar más. Resoplo, expulsando todo el aire que mis pulmones atrofiados por la falta de práctica de bajar escaleras son capaces de almacenar, y me resigno a coger un taxi.

Joder, es que no puedo llegar tarde. Hoy no, por favor. Me acerco a la parada de taxis más cercana a mi casa, al final de la calle. Por suerte, hay uno esperándome con su lucecita verde tan mona, y me dan ganas de besar el capó por no haber tenido que esperar a que llegara uno. Abro la puerta rápidamente y saludo a la señora taxista. Cómo me gusta que ya no sean sólo señores bigotudos.

-Al hospital de Santa Catalina, por favor. –Le digo aún resoplando por el esfuerzo de bajar las escaleras.

La señora pone el taxi en marcha sin mediar palabra. Bueno, quizás los taxistas señores son más amables… con eso de que eres una chica y tal. En fin, no tengo ni ganas ni tiempo de mantener una conversación con la taxista, así que me regaño mentalmente por haberme ofendido y saco el espejito y la barra de labios que no me ha dado tiempo a ponerme en casa.

Hoy es un día importante porque se decidirá quién va a ser el jefe de la sección de oncología infantil del área de pediatría en el hospital donde trabajo. Sí, por si quedaba alguna duda, soy pediatra. Siempre me han gustado demasiado los niños y como de maestra no me veía, ya que no tengo tanta paciencia, me decidí por la medicina infantil.

A mis 31 años he conseguido mi residencia y estoy muy orgullosa por ello, pero todavía me queda mucho por aprender. Sé que las posibilidades de que me den el puesto son nulas, pero de esperanzas vive el hombre (o la mujer, en este caso). Así que no puedo desestimar esa posibilidad… De cualquier forma, tenemos una reunión a las 9 de la mañana y si llego tarde será el fin de mis oportunidades.

Compruebo en mi espejito de mano no tener nada fuera de lugar. Mi pelo castaño oscuro parece estar en su sitio y el lápiz de ojos aún no se ha corrido, a pesar de la sudada. Lo guardo sin mucho cuidado en el bolso y compruebo el teléfono móvil. El icono del whatsapp me indica que tengo 32 mensajes sin leer, y sé que la mayoría vienen del grupo “Una Cata para el Duque”. Mis compañeras de trabajo y yo seguimos bromeando con la serie “Sin tetas no hay paraíso” ya que nos consideramos “Las Catas” del Hospital de Santa Catalina (por si no lo habíais pillado). Abro la aplicación con una sonrisa y veo que mis compis me han dejado un montón de mensajes con “Suerte” o “Yes, you can”. Les contesto que no esperen nada, porque no me lo van a dar pero me riñen por mi actitud negativa.

-Tía, así ¿cómo te van a ofrecer el puesto? –escribe Sofía.

-Buuuuuuuu – bufa Candela haciendo más énfasis con el icono del pulgar hacia abajo.

-Ay, dejadme en paz. Que al final me voy a creer que tengo alguna posibilidad – me quejo acompañando mi discurso lastimero con un emoticono llorón.

-Venga, sea lo que sea, ¡esta noche lo celebraremos! – escribe Laura.

-¡Hecho! Os dejo que ya he llegado. Wish me luck.

-GOOD LUUUUCK! –escriben todas.

Guardo el teléfono en el bolsillo del abrigo y saco la cartera para pagar a la taxista que me mira impaciente a través del retrovisor.

Joder, vaya robo. 12 euracos por cinco minutos en el taxi. Le doy un billete de 20 y me devuelve lo que sobra.

Salgo del coche y subo corriendo las escaleras que dan a la puerta del hospital. Sin pararme demasiado, saludo a Josefina, la chica de recepción, y voy directa a la zona de ascensores. Pulso el botón y espero a que llegue. Estoy muy impaciente y miro el reloj a ver cuánto tiempo tengo. Aún son las 9 menos 10, así que me da tiempo a ir a la consulta y coger la bata. Menos mal.

Siento una presencia a mi lado, pero no estoy de humor para prestarle atención. No lo hago hasta que un brazo rodea mi hombro y huelo su colonia. Luis, el futuro padre de mis hijos si él quisiera, me aprieta contra su lado y acerca su boca a mi oreja.

-Buena suerte, guapa. Lo vas a hacer genial. –susurra en mi oído.

Un escalofrío me sube a través de la columna vertebral haciendo que los pelos de la nuca se me ericen. Joder, sabe que tengo debilidad por él y aún así sigue jugando conmigo.

-Luis, no es ni el momento ni el lugar para ponerse tontorrón – bromeo con él dándole un suave codazo en las costillas intentado disimular que para mí esto no es una broma – Suéltame, no vaya a ser que tengamos que echar un polvo contra las paredes del ascensor.

Él se ríe. Una carcajada de verdad y me suelta, no sin antes acariciarme la piel detrás de mi oreja.

-Si no echamos un polvo contra la pared del ascensor es porque tú no quieres, Elena. No me eches a mí la culpa para no sentirte culpable.

Nuestra relación es rara. Siempre tenemos este tonteo absurdo, que no sé a dónde llegará, o si llegará a algún sitio un día. Pero no puedo caer en su trampa. Le conozco desde hace 7 años y sé que dentro de sus planes no existe tener una relación seria. Y yo estoy demasiado pillada por él como para ser solo una muesca en el cabecero de su cama. De hecho, ya cometí una vez el error de pensar que quizás podría haber algo más entre nosotros, pero me equivoqué de manera garrafal.

Una Nochevieja salimos todos juntos. En el hospital tenemos un grupito bastante majo de amigos y salimos muchas veces de marcha, cuando podemos. Esa Nochevieja yo me pillé un pedo descomunal y Luis, al parecer, también. No sé cómo pero acabamos medio desnudos enrollándonos en el sofá de mi casa. Estuvimos a nada de acostarnos esa noche. Y debo decir que no fue porque yo me apartara. En un momento de lucidez, Luis me empujó con cuidado hacia atrás y se levantó del sofá de un salto.

-Elena, no podemos – dijo pasándose la mano por el pelo, creo que nervioso – Me importas demasiado como para joderlo contigo.

Dios mío, mi cara debió de ser un poema. Me sentí tan humillada, con el vestido enrollado por la tripa, el moño medio deshecho y el rímel corrido. Y él, como si nada. Lo único que hacía ver lo que acaba de ocurrir entre nosotros era su camisa medio desabrochada y el bulto en sus pantalones.

Me dieron tantas ganas de llorar en ese momento que solo pude levantarme con la poca dignidad que me quedaba y pedirle que se fuera.

-Joder, Elena. Escúchame. –Intentó agarrarme por el brazo, pero logré soltarme- No quieres esto, créeme. El día que estemos juntos, que lo estaremos, no será un polvo rápido y borrachos. ¿Me oyes? – volvió a cogerme del brazo, pero esta vez no le esquivé – Por favor, no te enfades… -Susurró acercando su boca a mi cuello y depositando un suave beso bajo mi oreja.

-No te gusto, ¿verdad? – Joder, ¿por qué habría dicho eso? Ahora todos mis esfuerzos por disimular mis sentimientos hacia él habrían sido en vano.

Él rió con  amargura contra mi cuello y negó con la cabeza.

-No entiendes nada, ¿verdad? –Su tono denotaba que empezaba a estar un poco cabreado. Todavía sin soltarme el brazo, pasó su otra mano por mi cintura y apoyó la frente en mi hombro – Haremos como que no ha pasado nada, ¿vale?

Y solo pude asentir, porque no sabía qué pasaría con nosotros si no lo hacía.

Cuando me desperté al día siguiente, estaba confusa por todo lo ocurrido. No sabía qué esperar de nuestra relación. Pero cuando volvimos a vernos en el hospital,  se puso a bromear conmigo y a hacer como si no hubiera pasado nada, así que decidí que aquello no había ocurrido.

La campana del ascensor nos avisa de que ya ha llegado a la planta baja y ambos entramos. Le doy al botón del 4º y el 6º y las puertas se cierran.

-Bueno, ¿estás nerviosa? –me pregunta él.

-No tengo ninguna posibilidad, Luis. – le respondo con una ceja levantada.

-Tú siempre tan negativa, nena. – Sonríe mientras niega con la cabeza – Nunca te pasará nada bueno si vas con ese espíritu.

-No soy negativa –respondo yo indignada- simplemente soy realista, Luis. ¿Cómo me van a dar a mí el puesto si soy de las más jóvenes del área?

-¿Quizás porque eres la mejor? –responde él irónico. Le miro con escepticismo y el continúa – Venga, Elena. No te hagas ahora la sorprendida. Hoy por hoy eres la única que hace más que auscultar y recetar jarabe para la tos.

Pongo los ojos en blanco, pero en el fondo sé que tiene razón. Estoy especializándome en Leucemias infantiles. Y lo hago más por devoción que por otra cosa. Pensaréis que soy una morbosa, pero que tu hermano pequeño se muera a los siete años por esta enfermedad marca demasiado como para no intentar hacer algo por mejorar ese ámbito de la medicina. Por desgracia, es un proceso muy lento y aún se está investigando en ello. Pero tengo una suerte muy grande porque mi hermana Claudia, que es bióloga, está estudiando en el MIT posibles tratamientos eficaces para erradicar dicha enfermedad.

Cuando el ascensor llega al 4º, hago el amago de salir, pero Luis me coge rápidamente de la mano y me da un apretón.

-Eres la mejor. Lo harás bien. –me dice mirándome directamente a los ojos con esa expresión que denota ternura. Jo, yo no quiero que me mire con ternura. Quiero ver en sus ojos la pasión que vi aquella Nochevieja que casi se nos va de las manos.

Le devuelvo el apretón y le sonrío tristemente.

-Gracias, Luis. Luego te cuento.

Salgo del ascensor y me encamino por el largo pasillo hacia mi consulta. Rebusco las llaves entre las montañas de clínex usados, tampones sin plástico y tickets de compra que almaceno en el bolso (sí, colecciono mierda por gusto) y, cuando por fin las encuentro, abro la puerta. Mi despacho es la típica consulta de hospital. Una mesa grande de madera oscura con un sillón de cuero negro. Lo único que alegra la estancia son los montones de dibujos que mis pacientes me han hecho y que he colgado en las paredes. En la entrada tengo un perchero donde dejo el abrigo y cojo la bata que está colgada en él. El bolso lo guardo siempre con llave en uno de los cajones de la mesa. No es que no me fíe del hospital, pero es una norma que nos han obligado a todos a llevar a rajatabla. En mi mesa me espera una carpeta con todos los papeles que he de llevar a la reunión. Miro el reloj. Las 8:57. Puf, empiezo a ponerme de los malditos nervios. Me pongo la bata blanca, cojo la carpeta y salgo de nuevo al pasillo. Al fondo de éste hay una sala de reuniones donde nos encontramos ya sea para tomar un café o para este tipo de encuentros. En los que se decide quien asciende o no, a esos me refiero. Según me voy acercando veo que la puerta está entornada, así que asomo la cabeza llamando con los nudillos suavemente.

-¿Se puede?

-Sí, claro, Elena. Pasa –Me dice el jefe de pediatría, que está sentado presidiendo la larga mesa y charlando con otros médicos. Antonio es uno de los mejores profesionales que tiene este hospital. No le he visto cometer ni un solo error en todos los años que trabajamos juntos. Me gusta mucho su método porque, aun siendo muy exigente con su equipo, es capaz de arremangarse la camisa y ponerse a colaborar con los casos más difíciles que llevamos el resto. Es un buen maestro, además de buena persona. Y sé que siente cierta devoción por mí.
Entro en la sala tímidamente, no sé por qué. Esto es ridículo. Al fondo de ésta hay una mesa con una cafetera y galletas, así que me acerco a esa zona y me sirvo un café con leche.

-Esperaremos a que llegue todo el mundo – dice Antonio cuando me acerco a donde está él y tomo asiento en el primer hueco libre que encuentro.

Hago un repaso a la sala y veo que estamos todos. Frunzo un poco el ceño, porque si no he oído mal estamos esperando a que llegue más gente. ¿Quién faltará?



10 comentarios:

  1. Lo primero de todo...MUCHISIMAS FELICIDADES!!!!! Y bienvenida al club de los 24!! No sé como te habrán sentado a ti, pero a mi no me gustó nada cumplirlos! Menos mal que despuescrito meses me voy acostumbrando a ellos jajaja
    Y en segundo lugar...ME HA ENCANTADO EL CAPITULO!!! Lo he leído todo el rato con una sonrisa puesta, Elena tiene pintas de estar muy loquita, y que sea médico me encanta!! :):)
    Ya sabes que yo soy muy fan ya desde "Mañana será otro día" (que por cierto nos dejaste con toda la intrigaaa! Qué mala!) Pero aquí te has superado! Me ha encantado como está redactado, en serio, sigue escribiendo! (Y dejándonos leerlo claro! Jajaja)

    Que termines genial el día Carlota!!
    Mil besooos!

    Maria

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    Respuestas
    1. María,

      No sé cómo habrá sido tu sonrisa, pero si era la mitad que la mía era una de las grandes.

      Muchísimas gracias. No te haces una idea de lo que me gusta leer cosas así. Lo valoro de corazón.
      Con este creo que he sido más cuidadosa que con el otro y he intentado darle una chispa divertida que quizás se quedó atrás con mañana será otro día. De cualquier forma, si estás con ganas de leer más, solo tienes que decirme y lo subiré.

      De momento los 24 me han sentado bien. Démosles tiempo a que se asienten jajaja.

      De verdad, muchísimas gracias. No tengo palabras para describir la ilusión que me hace leerte.

      Un beso super fuerte!

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  2. Muchas, muchas felicidades¡¡ me has dejado con ganas de más... ¿quién falta por llegar?
    jajajaj me ha recordado un poc a Anatomía de Grey jajajajajaja
    Un besote¡¡¡

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    Respuestas
    1. Muchisisisimas gracias por las felicitaciones.
      Jaja quién será!!
      Si veo que os gustan estas cosas, me animo y subo más capítulos!!
      Y, ahora que lo dices, quizás se de un aire... No lo había pensado! Jaja
      Un besiiiito :)

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  3. ¡Muchas felicidades!
    Que tengas un día maravilloso rodeada de toda la gente a la que quieres, con mucha tarta y regalitos :D
    Y el capítulo... ¡maravilloso! En serio, muy bien escrito, con un toque muy fresco, casual y divertido. ¡Precioso! Me ha encantado, así que espero que lo continúes... o el ansia me matará jajaja. ¡Muchas gracias por compartirlo con nosotros! Significa muchísimo dar algo así a los demás :)
    ¡Un beso, gracias, feliz día y sigue escribiendo!

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    1. ¿Estamos sincronizados?jajajajaja

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    2. Muchísimas gracias, guapísima.

      Por las felicitaciones y por animarme a seguir escribiendo.
      Me encanta que te haya gustado, aunque solo sea un poquito.

      Si os gusta que publique estas cositas, seguiré haciéndolo. Pero siempre y cuando sienta que lo disfrutáis y que no es un rollo.

      Un besazo gigante y prometo subir más!

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  4. Hola!! Te escribo del blog Las reseñas de Ailu para contarte que te nomine al premio Black Wolf Blogger Award. En este link: http://resenasresenasresenasjuveniles.blogspot.com.ar/2015/04/black-wolf-bloggers-award.html podrás ver la entrada y las bases del premio para seguir participando. Me encantaría que me dejes un comentario en el post para saber que recibiste satisfactoriamente el mensaje!!!! Te elegí entre los 20 meritorios del premio porque pienso que tu trabajo y esfuerzo merecen una retribución, ¡¡¡¡Así que sigue trabajando como ahora!!!! ¡¡Vas perfecto!! Te invito a que sigas a mi blog, ya soy suscriptor del tuyo y tu blog tiene un lugar a la derecha de mis entradas, ojala disfrutes de mis otros posts que intento mejorar semana a semana. Saludos de bloguero a bloguero y que la inspiración te invada!!!!!!

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  5. ¡Muchas felicidades! Y oh, yo también estoy escribiendo una historia, pero soy lela y he leído tu segundo capi antes que este hahaha
    Me volveré a pasar con tiempo para leerles bien, un besito :3
    P.D pero de escritura limitada nada, creo que haces los diálogos muy frescos, eso a mí se me da fatal.

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    Respuestas
    1. Ayyyyy, soy una persona horrible y no sé por qué no te había contestado!!!
      Muchísimas gracias, guapa!
      Por si te apetece leer más, ahora subo los capítulos en otro blog www.writingbitbybit.blogspot.com
      Un besiiito!

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