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martes, 9 de diciembre de 2014

Capítulo 1

-Albaaaaa, ¿estás en casa?- oigo los gritos de mi hermana desde mi habitación.

-Síííí, estoy arriba- contesto también a voces.

Oigo como sube las escaleras corriendo. Yo estoy tumbada en la cama leyendo el último libro que he adquirido.

Irrumpe en mi habitación golpeando la puerta con un estruendo, de modo que los bolsos que están colgados en el perchero de detrás de ésta rebotan contra la pared. Mi cama está situada frente a la puerta, así que la veo venir corriendo hacia mí.

-Oye, ten cuidado –le digo poniendo mala cara- No hace falta que me destroces la habitación.

-Perdona, es que tengo algo que contarte- contesta ella emocionada mientras se deja caer a los pies de mi cama haciendo que ésta cruja.

Cuando terminamos la Universidad, mi hermana melliza Sara  y yo nos vinimos a vivir juntas a Londres. Nuestros padres nos apoyaron desde el principio, aunque se quedaran un poco solos, ya que utilizamos la tan utilizada excusa de venir a consolidar nuestro inglés. Ellos siempre habían querido que fuéramos independientes y cosmopolitas, así que desde bien pequeñas nos habían mandado de intercambio a otros países. Por supuesto que también nos habían apuntado a costosas academias de idiomas, pero entendían que para conocer una lengua a la perfección era necesario sumergirse en la cultura de ese país y vivir el día a día. Así que aquí estamos mi hermana y yo, año y medio después, compartiendo una casita en Notting Hill. No es una gran mansión, sino que es más bien la típica casa inglesa de dos plantas, con su patio delantero y jardincito trasero. Pero para nosotras dos es más que suficiente. Cuando la compramos estaba mucho más vieja, ya que pertenecía a una pareja de ancianos que se iban a vivir la jubilación a Newquay, así que la reformamos para dejarla a nuestro gusto. Ahora está decorada de modo minimalista acogedor, todo en tonos tierra con algún toque de color. En la planta de abajo hay un gran recibidor presidido por unas escaleras que suben al piso de arriba. En el lado izquierdo tenemos la cocina de estilo rústico en tonos arena, con una enorme isla con taburetes que utilizamos de mesa, y un aseo. El salón queda al otro lado de la casa y está separado del comedor por una pared con un gran arco. Consta de un mullido sofá de color beige con cojines en marrón y verde vivo mirando hacia la pared donde se encuentra colgada una gran tele de plasma. Al lado de éste, situada hacia la ventana que da al patio delantero, está mi butaca reclinable preferida, donde habitualmente me siento a leer o dormitar. La última habitación del piso de abajo, toda ella pintada de blanco, es mi estudio. Ésta da hacia la parte trasera de la casa, que es la más luminosa, y tiene una salida directa al jardín con unas preciosas puertas francesas en color blanco, de modo que puedo pintar allí dentro o trasladarme afuera en busca de creatividad. Cuando el sol se digna  a salir, mi hermana y yo aprovechamos para comer fuera, en una mesita de jardín muy mona que encontramos en un anticuario. En el piso de arriba decidimos hacer dos grandes habitaciones con baño integrado y vestidor. La habitación de Sara es en tonos morados y malvas, con mucho colorido, mientras que la mía es en tono vainilla, exceptuando la pared de mi cama que tiene un papel en franjas en varios tonos tierra. Ya que en mi trabajo estoy rodeada de colores, necesito un espacio cálido y neutro para evadirme un poco del mundo exterior y así poder relajarme.

Pongo los ojos en blanco, mientras pienso en el posible agujero que le haya hecho a la pared.  Sara siempre tiene algo alucinante que contarte.

-A ver, dime, ¿qué es eso tan importante?- pregunto mientras me incorporo para quedar sentada con la espalda pegada al cabecero de hierro forjado pintado de blanco de la cama.

-Verás, estaba en el Sainsbury este de la esquina comprando cosas para la fiesta de mañana, cuando me di la vuelta sin mirar, ya sabes cómo soy,- pone los ojos en blanco y hace un gesto con la mano- dándome de bruces con un tío guapísimo. –vaya novedad, para Sara todos los tíos son guapísimos- La cosa es que al principio no caí en quien era. Me sonaba su cara y todo eso, pero pensé que era un vecino o algo así.- se encoge de hombros- pero no tía, no te puedes imaginar quien era.

-A ver, ¿quién era?- pregunto yo sin demasiadas ganas. Siempre tiene esa manía de tardar dos horas en contarte una historia, intentando dejarte con la intriga, para que luego sea una tontería.

Ella sonríe de oreja a oreja, se sienta frente a mí y me coge por los brazos. Oh oh, esto tiene muy mala pinta.

-¡Era James Parker, tía! El modelo éste que hace campañas para Calvin Klein.- tiene los ojos abiertos como platos y cada vez me clava más los dedos en los brazos.

Me estoy empezando a agobiar un poco ya que ella se ha ido aproximando más y más cerca a mi cara, con esa sonrisa de idiota.

-¿James Parker?- ¿quién coño será ese?- No sé quién es, Sara.

Ella me suelta rápidamente, como espantada porque yo no sepa quién es el tal James Parker.

-Joder, Alba… ¿me lo dices en serio? –pone cara de frustración y gruñe ligeramente- Sus fotos están por todo Londres –se baja de mi cama y echa a correr fuera de mi habitación. La oigo trastear por la casa y al minuto vuelve con una revista en la mano- Este, tía. –me pasa una revista y señala a un chico en calzoncillos.

Joder con el James, está muy bueno. Observo la foto con detenimiento. El chico está en una postura sugerente, apoyado contra la pared con los brazos flexionados hacia arriba. Sin camiseta, por supuesto, y con unos calzoncillos blancos bien ajustaditos que ponen Calvin Klein en el ribete. Es una foto en blanco y negro, pero se pueden apreciar bien sus rasgos. Abdominales bien marcados, con esos oblicuos en la cadera tan sexis, piernas musculosas… Parece que tiene el pelo castaño un poco alborotado y mira hacia la cámara con actitud sensual y desafiante.

-Ah, pues sí que es guapo el chaval- la miro y ella está de pie junto a mi cama con los brazos en jarras.

-¿¡Qué es guapo!?- me grita- Es un puto Dios, Alba.- me quita la revista del golpe y se pone a mirar la foto. ¡Solo le falta babear, por dios!

Me encojo de hombros, quitándole importancia. Se me ha olvidado decir que mi padre es constructor y mi madre es dentista, es decir, mi familia tiene dinero. Vivimos en una de las zonas más lujosas de Londres gracias a que ellos nos están ayudando a pagar la casa. Pero, aunque la nuestra no sea una gran mansión, sí que está rodeada de ellas y ahí viven muchos famosos. Así que no entiendo a qué tanto revuelo cuando estamos más que acostumbradas a cruzarnos con celebridades londinenses, que por regla general son bastante atractivos.

-Bueno, a ver, y ¿te ha dicho algo? ¿Ha pasado algo interesante? –me estoy empezando a impacientar- No sé, para que te pongas así algo ha tenido que ocurrir- dejo el libro en la mesita de noche y me levanto de la cama. Me dirijo a la puerta y ella me sigue.

-Pues sí, lista. Aunque con tanto entusiasmo por tu parte no sé si me apetece contártelo –dice ella indignada.

Suspiro, y me doy la vuelta, de modo que, como me sigue de cerca, casi nos chocamos. Nos entra la risa floja mientras evitamos caernos al suelo agarrándonos la una a la otra. Como siempre, termino por ablandarme y le sigo un poco el rollo para que me cuente qué es lo que ha pasado.

-Vaaaale, lo siento. Venga, cuéntame. –la animo cogiéndola del brazo y la dirijo hacia las escaleras. Bajo delante de ella y camino hacia el salón. Me siento en mi butaca favorita con las piernas flexionadas abrazándolas con los brazos para evitar que se caigan al suelo y apoyo la barbilla en las rodillas.

Ella vuelve a recuperar el entusiasmo y sonríe como una loca mientras habla.

-Pues verás. Resulta que el tío además de guapísimo, altísimo y todas esas cosas que ya sabemos, ha sido súper majo. Yo iba con varias cosas entre los brazos y al chocar se me cayó todo al suelo –hace un gesto con los brazos como representando la escena- y él, muy servicialmente, se agachó a recogerlo. Luego me dijo que lo sentía, y yo, por supuesto, le dije que no pasaba nada, que había sido culpa mía. –volvemos a enrollarnos. Suspiro…- Luego cada uno ha seguido por su camino, no sin antes dedicarme una sonrisa de esas que te dejan sin aliento. –me parece que esto se va a alargar- Después estaba yo mirando los estantes de salsas, pensando más en él que en la salsa césar, para que nos vamos a engañar, cuando me giré y ahí estaba otra vez.

Vaya rollo me está dando ésta… ¿me va a contar toda la compra estante por estante? Intento mantener la paciencia, pero veo que la cosa va para largo, así que la atajo de la manera más sutil que puedo.

-A ver, Sara, cuéntame ya lo que me quieres contar.

Ella finge indignación y resopla, pero empieza a sonreír de nuevo.

-¡Pues que nos ha invitado a una fiesta en su casa el sábado! –ella da palmitas de alegría y sonríe de oreja a oreja. Se la ve emocionadísima. Yo no tanto.

-El sábado tengo que trabajar, Sara. –se lo digo tranquilamente. Ella me mira poniendo pucheros.

-Pero solo trabajas hasta las siete. Luego vienes a casa, te cambias y eso, y vamos para allá.

Vaya, sí que le gusta el chaval. No me apetece nada ir a una fiesta llena de gente famosa, pero se la ve tan ilusionada…

-No sé, Sara… -me pone ojitos de perro abandonado, y sabe que a eso no le sé decir que no- Está bien… - acepto suspirando- pero no volveremos muy tarde, ¿de acuerdo?

Se levanta del sofá y viene corriendo a la butaca para darme un abrazo.

-Gracias –beso- Gracias- beso- Gracias.

Ya está. Ahora estará contenta hasta el sábado. Cuando consigo que me suelte le pregunto:

-¿Y cuál es el motivo de la fiesta?

-Es una fiesta de inauguración.- dice mientras vuelve al sofá y se sienta- Se acaba de mudar hace una semana a su nueva casa en Kensington y va a invitar a un montón de gente famosa. Tendremos que salir a comprar algo de ropa para ir bien monas.- dice ella sonriendo pícaramente mientras levanta las cejas varias veces.

Bien, eso me gusta más. Comprar en Londres es una gozada. Hay un montón de tiendas de todo tipo, para todos los estilos, y eso me encanta.

Aunque tenemos un estilo distinto, a Sara y a mí nos encanta ir los sábados cuando no trabajamos a pasar el día de tiendas. A veces vamos a Camden, otras veces vamos a Oxford street, otras a Harrods… todo depende del día y del estado de ánimo. Sara tiene un estilo un poco hippie combinado con chick, con faldas largas o pantalones anchos, mientras que yo soy más de pantalones ajustados y camisas o vestidos. Pero aún así solemos compartir la ropa, ya que nuestro estilismo varía en función del humor que tengamos ese día.

Físicamente somos bastante parecidas, las dos relativamente altas y delgadas, aunque con curvas, ya que nuestra abuela paterna nos dejó el legado de un buen par de tetas y culo, a diferencia de mi madre que es más bien menuda y estilizada. Yo tengo el pelo castaño claro hasta media espalda, mientras que Sara lo tiene más corto, y con mechas rubias. Algo que sí heredamos de nuestra madre son los ojos azules, que las dos tenemos del mismo tono aguamarina. Pero en cuanto a personalidad, somos totalmente opuestas. Sara es alocada, infantil y con miedo al compromiso, mientras que yo soy más tranquila, responsable y romanticona. Aunque es cierto que juntas creamos una combinación perfecta: ella me anima cuando tiene que hacerlo y yo le pongo los pies en el suelo cuando es necesario.

Siempre nos hemos llevado muy bien, y tenemos ese vínculo que tienen los gemelos y mellizos que hace que seamos inseparables. Hacemos casi todo juntas, tenemos los mismos amigos y los mismos hobbies. Lo único que hicimos separadas fue la carrera, ya que ella estudió arte dramático y yo estudié bellas artes.

En parte, la decisión de venirnos a vivir a Londres estaba influenciada porque Sara quería comenzar su carrera de actriz, y yo encontré trabajo en una escuela de arte. No es el trabajo de mi vida, pero me parecía una buena manera de empezar en el mundo laboral y, quizás, hacer algunas amistades influyentes. El problema es que algunos sábados por la tarde se imparten cursos de pintura para la gente que trabaja por lo que, de vez en cuando, me toca quedarme hasta tarde en la escuela.

Tras la conversación sobre James Parker, nos decidimos a hacer la cena. Somos bastante buenas cocineras y al final entre las dos nos acabamos montando un festín.

Mientras comemos le pregunto qué tal le ha ido la prueba que ha hecho y ella hace un mohín. Es muy buena actriz, y además es muy guapa, la melliza guapa diría yo, pero todavía no ha tenido mucha suerte en el mundillo y solo ha hecho algunos anuncios para televisión.

-Pues la verdad, no lo sé… -suspira- El director ha sido muy amable, y me ha dicho que lo he hecho muy bien, pero eso es lo que te dicen todos. –se encoge de hombros- Es un papel para la prota de una peli independiente, que además también es española… Se supone que la chica tiene acento y eso, pero yo me he acostumbrado tanto a camuflarlo que se me hace muy difícil hablar con él. –sonríe tristemente- Me sentía muy paleta, Alba.

Le  sonrío con ternura. Ay, mi hermanita loca. Cuánto la quiero y qué pena me da verla tristona.

-Seguro que lo has hecho genial, no te preocupes. –alargo la mano sobre la isla para coger la suya y le doy un apretón- Ahora no pienses en ello. Espera a que te llamen o te digan algo.

Ella suspira de nuevo y sigue comiendo. Intento cambiar de tema para animarla. Quizás no tendría que haber preguntado sobre el tema, ya que estaba tan animada antes con lo de la fiesta…

-Bueno, ¿y mañana a qué hora vendrán estos? –ella me sonríe, y sé que se ha dado cuenta de mi intento por cambiar de tema.

-Me llamó Patrick cuando salí de la prueba diciendo que llegarían sobre las ocho, pero que me llamará antes para avisar. –ahora su sonrisa es más alegre- Mañana iré a comprar lo que nos falta para la tarta.

Mañana es el cumpleaños de nuestra amiga Amy, que cumple 25, y le vamos a organizar una fiesta sorpresa en nuestra casa. No va a ser una gran fiesta ni mucho menos, solo una reunión con los amigos que hemos ido haciendo desde que llegamos a Londres.

-Genial, ¿va a venir Charlie a ayudarnos a prepararlo todo?- Charlotte es nuestra vecina de al lado, que vive con su novio Will.

-Al final no me quedó claro si venían ella y Rachael o no.- dice mientras coge nuestros platos vacíos y se levanta. Yo la ayudo a recoger el resto de la cena y a guardar todo en el lavavajillas.

-Vale, pues llámalas ahora antes de que se haga muy tarde. Yo mañana saldré del trabajo a las tres, así que en cuanto pueda vengo para casa a ayudar.

Ella asiente sonriente, coge su móvil y se dirige a telefonearlas.

Subo a mi habitación y enciendo el ordenador. En cuanto se abre el escritorio empieza a sonar la maldita melodía de la llamada entrante de Skype. Es mi madre. Le respondo inmediatamente.

-Hola mamiii, casi no me has dado tiempo a encender el ordenador  –le digo yo con una sonrisa. Al cabo de unos instantes aparece la cara de mi madre en la pantalla.

-Hola hija, es que estaba mirando cosas por internet y me ha salido el cartelito este abajo en la pantalla de que te acababas de conectar, y como hace días que no te veía la cara, he aprovechado. ¿Qué tal te va el trabajo?

-Bien mamá, el trabajo me va bien. Estamos bien las dos. Sara está hablando ahora con Charlotte para la fiesta de mañana de Amy.

-Ah, estupendo. Ya sabes, no bebáis mucho y portaos bien. Papá y yo estamos bien también. Aburridos el uno del otro sin vosotras, ya sabes. He hablado antes con tus abuelos y me mandan muchos recuerdos para vosotras y que a ver cuando venís para hacernos una visita, que desde navidades no os veo, hija.

Estamos en marzo, y la última vez que fuimos a España fue en navidades.

-Ya lo sé, mami, pero es que con el trabajo no puedo ir cuando me dé la gana, y Sara está haciendo un montón de pruebas también, así que no sé cuándo vamos a poder ir.

-Bueno hija, ya lo sé… lo que pasa es que aquí os echamos mucho de menos. Quizás convenza a tu padre para ir un fin de semana a haceros una visita exprés.
Seguimos charlando un rato más, y cuando Sara termina de hablar por teléfono se une a la conversación.  Después de media hora poniéndonos un poco al día nos despedimos.

-Bueno hijas, cuidaos por favor. Abrigaos bien que en Londres hace mucho frío todavía.

-Sí, mamiiii –contestamos las dos a la vez.

Ella sonríe con cariño y nos tira un beso desde la pantalla.

-Os quiero.

-Y nosotraaaas. –respondemos a coro.

Cuando finalizamos la llamada nos entra un ataque de risa, ya que hacíamos lo mismo cuando éramos pequeñas.

-¿Vas a ver la tele o algo?- me pregunta Sara mientras se levanta en dirección a la puerta.

-Creo que voy a seguir con el libro que estaba leyendo cuando llegaste hecha una loca con lo del guaperas este.

Ella se ríe, me da un abrazo y sale de mi habitación tras desearme buenas noches.

Yo me pongo el pijama y me tumbo en la cama para seguir leyendo el libro. Es una historia de amor preciosa entre una chica y un chico que son amigos. Todos, menos ella, sabemos que él está enamoradísimo de ella y, aunque ella también lo está de él, piensa que nunca tendrá ninguna oportunidad y anda tonteando con otros chicos.

Me recuerda tanto a mi historia con Javi… Suspiro y como soy masoquista me entretengo leyendo hasta las dos de la mañana. Cuando mis párpados ya no son capaces de mantenerse abiertos, me levanto rápidamente para ir al baño y me lavo los dientes.

Vuelvo a la cama y me acurruco entre las sábanas. Mmm, que a gustito. Tras varios minutos caigo rendida y me duermo.



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